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DESRURALIZACION, ECONOMIA CAMPESINA Y RECURSOS NATURALES EN PURIMAC (III)

Escribe, Hugo Rojas Senissehugo

La desruralización es centralmente la sub valorización de la economía campesina y los recursos naturales. En efecto, el largo proceso de urbanización en el Perú y en el mundo ha ido relegando la economía campesina a una posición de marginalidad, sometida a una posición de subordinación y dependencia total del mercado, la industria y la ciudad, sin posibilidad de reversión sino más bien de profundización del camino a su extinción y muerte.

La migración de la población rural hacia la ciudad, no solo acarrea el traslado de la población sino que arrastra al medio rural a la desestructuración de la institución comunal, a la pauperización de la economía campesina y el progresivo deterioro de los recursos naturales. En consecuencia, el proceso no solo pone en evidencia la movilización social de la población hacia las ciudades urbanas, sino que detrás de él se va socavando la sociedad rural, la cultura y el manejo de los recursos naturales, tan valiosos para la existencia de la vida.

En este contexto, la pequeña economía no puede enfrentar el embate de la economía mayor, porque su nacimiento, desarrollo y alcance se mantiene en los marcos de una economía de autosuficiencia, adaptada a las condiciones de la topografía andina, y no de mercado.  Basa su existencia al tamaño de la posesión de la tierra con fines de autosuficiencia y a su manejo con conocimientos, tecnologías y saberes adecuados a las necesidades de las familias desde los tiempos pre hispánicos. Los intentos de liquidación son muy conocidos en nuestra historia: en la colonia, la producción campesina no fue importante, por el interés de los colonizadores de  dedicarse a la extracción de minerales, con mano de obra campesina esclavizada, para remesarlos como tributo al imperio español. En tiempos del gamonalismo se consolidó el despojo, la concentración y la explotación de la tierra con mano de obra campesina servil y en los tiempos modernos se prefiere a los pequeños productores y pobladores rurales como parte de la masa consumidora que el capital necesita, antes que como productores.

Detrás de este proceso de desruralización de la población y la economía campesina también se da el arrasamiento de los recursos naturales: se pierden  bosques y pastos naturales, el agua y la fauna silvestre. Debilitada la comunidad campesina, se trastoca a profundidad el sistema de gestión territorial de los recursos naturales. Influida por el mercado y la ciudad urbana, los campesinos se individualizan, restándole fuerza y cohesión a la comunidad y, por consiguiente, al sistema de gestión del territorio y los recursos naturales: no hay fuerza para detener la pérdida de los bosques ni la conservación efectiva de los pastos naturales, los bofedales y los manantes. La población disminuye y envejece, y se va perdiendo los ritos y costumbres que contribuyeron por siglos a conservar la autosufiencia productiva y alimentaria, y el medio ambiente.

Las alternativas ofrecidas por la sociedad y la economía contemporánea han falseado y ocultado la realidad: la inversión en infraestructura física y programas sociales, siendo necesarios, más los primeros que los segundos, han contribuido a acelerar el arrasamiento del campo porque no se invirtió ni invierte en la producción ni se respeta la diversidad cultural. El medio ambiente ha sido considerado como sinónimo de instalación de bosques de eucaliptos antes, y de pinos y otras especies en los últimos años; pero aisladas, sin una conexión con las necesidades reales de la familia rural sino como imposición de programas vinculadas a las necesidades mundiales de paliar la pérdida del pulmón verde, antes que por los intereses concretos de las familias campesinas y rurales, o en todo caso orientados al beneficio mutuo. El fracaso de los planes de forestación y reforestación circunstancial, mientras dura el proyecto, y desconectada del manejo integral del medio natural y de los intereses de las familias y la población rural, confirman la unilateral con que se actúa en este campo.

No olvidemos que para la familia campesina, siempre ha sido, primero la alimentación (como lo es el salario para el trabajador no campesino) y la conservación del medio ambiente, base material de nuestra milenaria cultura, que ha sobrevivido a los tiempos. Hoy, lo es el dinero y la compra de productos externos a su realidad. Esta dicotomía expone los grandes problemas de nuestros tiempos: a menor ruralidad, mayor urbanización de la región y el país; a menor población rural, mayor debilitamiento de la bio diversidad y su conservación.

Paradójicamente no podemos vivir sin lo rural, sin la producción agraria y sin desprendernos de nuestra cultura ancestral. ¿Es tan difícil cambiar de rumbo? ¿Para qué es útil la descentralización del país? ¿Acaso para asegurar la extinción de la pequeña agricultura campesina, reducir la población rural y contribuir al deterioro de los recursos naturales o es para transforma la realidad a favor de un desarrollo equilibrado, equitativo y ambientalmente sostenible?

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